PERÚ. LA TREGUA

Nuestra Bandera:

PERU. LA TREGUA Por Gustavo Espinoza M. No. No se trata de la atractiva novela de Mario Benedetti, escrita a fines de los años 50, y en la que un burócrata uruguayo pronto a jubilarse -Martín Santomé- se enamora de una simpática compañera de trabajo, que pronto se le muere. No. Se trata más bien de este extraño “pacto” suscrito entre bancadas del gobierno y de la oposición, y que -por lo menos- sorprendió   al país la pasada noche del miércoles, mientras el mundo esperaba -con el alma en un hilo- el inicio de la “guerra” de Biden, en Ucrania, que nunca llegaría. Antes de ella, todos auguraban una nueva confrontación entre Ejecutivo y Legislativo en una etapa crucial en la vida peruana. De pronto, un abrazo afectuoso –la resaca de San Valentín, la llamó Perú 21- envolvió a los actores aficionados del Palacio Legislativo y entonces pudimos enterarnos que se había   iniciado   -así se llama- “una tregua”, entre los contendientes del escenario político nacional. Esta, a diferencia del relato del excelente escritor montevideano, será breve y carece de contenido. Refleja, apenas, una voluntad gestual. En otras palabras, es un acuerdo puntual que no conduce a ningún puerto. Para el Gabinete Torres, es tan solo el preludio de un debate que tendrá lugar por “la confianza” que difícilmente será negada. Y para las bancadas de la oposición, una manera de “hacer tiempo” y recuperar el aliento después del susto que les generó la edición de “Hildebrandt en sus trece”, que puso en evidencia, y sacó a luz,  sus citas clandestinas –y golpistas- y las aireó al sol en  el fragor de este verano ardiente. El Consejo de Ministros no puede sonreír satisfecho porque su amenaza principal no proviene de las agresivas gargantas de sus detractores constantes; sino de la mirada consternada de sus propios seguidores, que no comprenden cómo el gobierno se golpea a sí mismo renunciando a sus mejores armas. No se entiende, en efecto, cómo, por ejemplo, prescinde de Hernando Cevallos en Salud y Gisela Ortiz en Cultura; para entregarle esas posiciones a dos figurines que usarán la Camiseta para la foto, pero que perderán los goles como Cuevita en el Mundial pasado. Una suma de complacencias y de concesiones, más que de voluntades, resulta así el “equipo” que nos presenta Aníbal Torres para competir en este extraño campeonato en el que lo único que se busca es…

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