El imperialismo estadounidense y su desesperado intento por recuperar la hegemonía. Por Marcelo F. Rodríguez

La situación está tensa en el mundo. Aquí estamos reunidos no sólo por Cuba, ni mucho menos.
El imperialismo necesita asegurar su retaguardia,
porque la batalla está en todos los lados, en un momento de profunda angustia.
(Ernesto Che Guevara, 1961)[1]

 

La afirmación realizada por Ernesto Che Guevara al pronunciar su discurso en la reunión del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES) celebrada en Punta del Este, Uruguay, el 8 de agosto de 1961, cobra una vigencia renovada a 55 años de su caída en combate y en el marco de la prolongada crisis capitalista y las circunstancias que enfrentamos 60 años después de este mensaje.

La continuidad de la crisis capitalista y de su máximo exponente, el imperialismo estadounidense, ha profundizado la visión de que el sistema mundo actual es inestable, caótico, pone en peligro la paz mundial y resulta imposible que pueda sostenerse en el tiempo tal cual lo conocemos.

La concentración de la riqueza, la desigualdad, la exclusión, el hambre, la desocupación, junto a los efectos del cambio climático, la injusta y especulativa distribución de los recursos para paliar la pandemia y la escalada bélica provocada por la OTAN, entre otros procesos, hace urgente e imprescindible encontrar caminos para superar las condiciones impuestas por el capital financiero globalizado y que llevan al abismo a la humanidad.

Todo esto se da en medio de una “naturalización” de la pandemia con miles de contagios y muertes que se siguen sucediendo en todo el mundo. Una pandemia que no solo tiene, como sabemos, consecuencias sanitarias y económicas, sino también en la subjetividad, en el tejido social y político cuyas dimensiones aún están por verse en profundidad.

En este contexto, las provocaciones por parte de los EEUU y la OTAN contra la Federación Rusa han desatado el conflicto en Ucrania, conflicto que continua y que tiene peligrosas perspectivas para toda la humanidad, y a través del cual buscan debilitar la proyección de un orden multilateral y afectar a Rusia como potencia y como principal aliado estratégico de la República Popular China.

No hay que olvidar la permanente expansión y crecimiento de la OTAN hacia la frontera rusa tras el derrumbe de la URSS. En 1991 la OTAN estaba compuesta por 19 miembros, hoy cuenta con 30 y aspira a seguir ampliándose.

El reconocimiento por parte de la federación Rusa de la soberanía de las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, fue utilizado como excusa por los EEUU y la OTAN, para incrementar sus provocaciones.

Para esto, apoyó y organizó a la ultraderecha filonazi en Ucrania, país en el cual se encuentra prohibido el Partido Comunista, entre otras fuerzas opositoras.

El actual gobierno de Ucrania ha llevado a este país a ser uno de los más pobres de Europa y ha silenciado, con la complicidad de EEUU y Europa, las agresiones sufridas por las poblaciones de Donetsk y Lugansk en los últimos años.

Los EEUU, como cabeza de un sistema capitalista en crisis, busca sostener su cuestionada hegemonía, su mellada dominación unipolar, con provocaciones, desestabilizaciones e intervenciones militares como lo ha hecho constantemente a lo largo del siglo XX y de este siglo XXI.

A esta estrategia no es ajena la manipulación llevada adelante a través de los medios de comunicación y la falsificación de la historia que ha llevado a esta situación.

América Latina y el Caribe, como espacios históricamente vitales para los EEUU en la construcción de su hegemonía mundial, pueden dar sobrados ejemplos de estas políticas injerencistas, llevadas adelante por los EEUU y sus aliados, a través, por ejemplo, de las sanciones unilaterales llevadas adelante contra Cuba y Venezuela, la promoción constante de políticas desestabilizadoras en el marco de los denominados “golpes blandos” y la ocupación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwichs del Sur y espacios marítimos circundantes, donde se encuentra una base de la OTAN, administrada por el Reino Unido.

Hoy se está disputando en el mundo la conformación de un nuevo orden internacional. Una disputa entre el unilateralismo y el multilateralismo.

Las relaciones con China, Rusia y los bloques y acuerdos que están promoviendo política, comercial y financieramente, aparecen para los países de América latina y el Caribe como alternativas ciertas frente a las presiones y condicionamientos de los EEUU y los organismos internacionales que controla.

Como planteamos, para analizar la dimensión y las características de la ofensiva imperialista sobre América Latina y el Caribe, debemos tener en cuenta el contexto global en el que se desarrolla la misma, signado por la continuidad de la mayor crisis de la historia del capitalismo. Una crisis que abarca aspectos financieros, energéticos, culturales y económicos, con fuertes consecuencias en términos humanitarios, ambientales y alimentarios para gran parte de la humanidad.

Estos factores, en su conjunto, constituyen una única y gran crisis, con múltiples facetas y abarcadora: la crisis civilizatoria del capitalismo como la definió Fidel Castro.

La misma no se trata sólo de un fenómeno estadounidense impactando sobre el resto del mundo, si bien tiene su centro en EEUU, donde el triunfo de Donald Trump y el avance de sectores fascistas son un claro síntoma de esta, de una sociedad modelada y arrasada por hegemonía del capitalismo financiero globalizado, sino que se trata de un proceso planetario, sistémico, y sus efectos se manifiestan en todo el planeta.

Así, por ejemplo, vemos como la Unión Europea (UE) cruje (plebiscito en Escocia, triunfo del Brexit, avance de grupos neofascistas en varios países) mientras se intenta acusar como responsables de la misma a los mal llamados migrantes, que son en realidad desplazados por las políticas militaristas y de saqueo del imperio y sus socios, que buscan refugio en algún lugar donde el hambre no sea una realidad cotidiana, las enfermedades no los azoten y las bombas no caigan sobre ellos.

El capitalismo hambrea y bombardea poblaciones enteras y destruye países con ejércitos mercenarios, con la “otanización” de los países del ex pacto de Varsovia, y luego pretenden, con métodos militares represivos y con discursos justificatorios xenófobos, impedir la llegada de refugiados o provocar su expulsión.

Una expresión más de la crisis en la que, el imperialismo, para sostener su mellada hegemonía, recurre cada vez con más asiduidad a bombardeos, invasiones, “golpes blandos”, planes de desestabilización, provocando lo que hoy, con la guerra en Ucrania, es una suerte de tercera guerra mundial en incierto desarrollo. Como se ha visto a lo largo de la historia, un imperio en crisis se vuelve más salvaje, más peligroso, mucho más agresivo.

Es importante, en este contexto, destacar la continuidad del sistema imperialista, aún en crisis, teniendo en cuenta que los rasgos esenciales del imperialismo siguen existiendo.

Los cinco rasgos fundamentales del imperialismo identificados por Lenin: la concentración de la producción y el capital, la fusión del capital bancario con el industrial, el predominio de la exportación de capitales sobre la exportación de mercancías, la puja por el reparto de los mercados a escala planetaria entre los grandes oligopolios respaldados por sus Estados y el reparto territorial del mundo entre las grandes potencias, “conservan su validez, aunque su morfología no necesariamente repita la que los caracterizaba un siglo atrás”, tal como destaca Atilio Boron en su libro América Latina en la geopolítica del imperialismo (Boron, 2014)

Estos tienen una fuerte penetración en nuestro continente y a pesar de las insistentes e interesadas posiciones que recurrentemente buscan establecer la idea de que América Latina es una región que no tiene mayor relevancia en la política norteamericana, es en realidad la región geopolíticamente más importante para los Estados Unidos.

Esta importancia se puede observar rastreando las políticas tomadas hacia la región a partir de la Doctrina Monroe, conocida como América para los americanos de 1823, primera doctrina internacional que el imperio establece en su historia demostrando la importancia cardinal de la región.

El objetivo de esta Doctrina era establecer la idea de que el llamado Hemisferio occidental era un área de influencia y control de los Estados Unidos, para lo cual debía evitar toda intervención Europea en los países de la región luego de haberse desarrollado los procesos de independencia de principios del siglo XIX.

Como señaló ese nefasto ideólogo y protagonista de las políticas imperialistas en el siglo XX, Henry Kissinger, en su libro Orden Mundial, en el cual América Latina y el Caribe no merecen para el autor ningún tratamiento especial, reafirmando la concepción imperialista de que, para los Estados Unidos, nuestra región es un tema de política “interna” dentro de la concepción del Hemisferio occidental:

Un acuerdo tácito con Gran Bretaña, la primera potencia naval, le permitió [a los EEUU] declarar en la doctrina Monroe de 1823 que todo su hemisferio era zona vedada a la colonización extranjera, décadas antes de tener solo remotamente el poder necesario para imponer una proclama tan rimbombante. La doctrina Monroe fue interpretada como una prolongación de la guerra de la independencia, que protegía al hemisferio occidental de las operaciones del equilibrio de podereuropeo. Los países latinoamericanos no fueron consultados… (Kissinger 2016)

Estas ideas reafirman las que ya estaban presentes, por ejemplo, en la presidencia de Andrew Jackson (1829-1837). Un colaborador suyo, John O’Sullivan, señalaba entonces que: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha asignado la Providencia para el desarrollo de un gran experimento de libertad y autogobierno federado […]. Esta tierra enérgica y recién tocada por la mano de Dios” tiene una “misión sagrada para con las naciones del mundo”, dicho esto, nadie podría dudar que “el vasto e iluminado futuro sería la era de la grandeza norteamericana” (Anderson, 2014).

Poco tiempo después, en 1847, en la llamada Guerra con México, los Estados Unidos anexaron la mitad del entonces territorio mexicano.

Haciendo más explícito el alcance de la noción de “destino manifiesto”, en 1885 el reverendo Strong, impulsor del “darwinismo social”, pensamiento que influyó en el del presidente Theodore Roosevelt, decía en su libro Nuestro País que “Si no estoy equivocado, esta raza poderosa [la anglosajona] llegará hasta México, hasta América Central, hasta Sudamérica, a las islas, a los mares, al África y más allá. ¿Puede alguien dudar de que el resultado de esta competencia será la supervivencia del más apto?” (Luzzani, 2012).

En tiempos cercanos, estas pretensiones, expresadas de diferentes formas, se repitieron en diversos discursos de mandatarios estadounidenses como Bill Clinton o George W. Bush, quien llegó a afirmar: “Nuestra nación es la elegida de Dios y designada por la historia para ser el modelo del mundo”. Esta pretensión de “sheriff mundial” de los Estados Unidos ha tenido a sus principales asesores en política internacional trabajando para articular políticas, discursos, y por supuesto, lobbies, para afianzar su dominio en el mundo, empezando por América Latina, históricamente considerada por ellos como su “patio trasero”.

Esto plantea la recurrencia histórica y la actualidad e importancia de la lucha antimperialista en América Latina.

Es que más allá, como decíamos, de los discursos aún en boga sobre la desaparición del imperialismo, el mismo continúa siendo la fase superior del capitalismo, como lo había planteado Lenin, y en su insaciable necesidad de acrecentar el saqueo de los bienes comunes y las riquezas de todo el mundo adquiere rasgos cada vez más predatorios, agresivos y violentos.

Resulta pertinente en este sentido, no dejar de tener en cuenta en ningún momento la importancia de los procesos de integración que se iniciaron en la región en las últimas décadas, y que hoy se encuentran a la defensiva ante el avance de las políticas de los EEUU y las derechas que representan sus intereses en cada uno de nuestros países, ya sea desde el gobierno o presionando desde oposiciones desestabilizadoras cada vez más radicalizadas.

El rechazo a la propuesta de los Estados Unidos de implementar el Área de Libre Comercio para las Américas, ALCA, sintetizado en el famoso “ALCA al carajo” que enunció el presidente venezolano Hugo Chávez en Mar del Plata, Argentina, en 2005, dejó en claro los niveles de autonomía, autodeterminación y antiimperialismo con que es necesario librar la batalla por una integración de espíritu nuestroamericano, como sostenía José Martí.

A partir de esto, se debe entender a estos procesos y a la integración como un instrumento para la unidad, comprendiendo al proyecto de integración latinoamericana como parte central del ideario liberador y emancipatorio, teniendo siempre en cuenta que no todo proyecto integrador lo es, y que ese proyecto y el cumplimiento de ese ideario están en disputa en nuestra región, amenazado por un modelo de “integración” basado en el sometimiento a los intereses norteamericanos y del gran capital.

Como bien denunció Fidel Castro en 1992, como consecuencia de la crisis y del desarrollo capitalista: “una importante especie biológica está en riesgo de desaparecer […] el hombre”, frase que para muchos resultó altisonante en su momento, pero que hoy, con el desarrollo de la crisis, demuestra su validez.[2]

Esto debe ser tenido en cuenta al analizar las amenazas y peligros que enfrentan los procesos que se viven en América Latina, y que plantean una política de autonomía e integración, en el marco del gran diseño geopolítico del imperio norteamericano, para poder dar respuesta a los desafíos que enfrenta la región ante las transformaciones que se están experimentando en el escenario mundial. Transformaciones que, como decíamos, se manifiestan en una creciente agresividad y beligerancia del imperio tendiente a volver a encauzar a la región en un patrón de subordinación a sus intereses.

Esa preocupación del imperialismo y la importancia estratégica de América Latina para los Estados Unidos tiene mucho que ver con la carrera desenfrenada por el control de los bienes naturales no renovables que son indispensables para el sostenimiento de la civilización del capital. Las reservas de petróleo, agua, de minerales estratégicos, la enorme capacidad de producir alimentos y la biodiversidad, hacen que América Latina sea una región de una importancia extraordinaria y ocupe el primer lugar en la escala de prioridades de los Estados Unidos. Las constantes presiones ejercidas por los EEUU sobre nuestros gobiernos para que avancen lo menos posible en sus acuerdos con la República Popular China y la Federación Rusa son una clara muestra de esto.

Una manifestación de estas políticas y concepciones, la dio en recientes declaraciones la jefa del Comando Sur de Estados Unidos, general Laura Richardson, quien en la inauguración de la Conferencia Sudamericana de Defensa “SOUTHDEC 2022” realizada en Quito, declaró que:

Las organizaciones vinculadas a China tienen bases en Sudamérica que pueden utilizar facilidades irrestrictas para el uso militar y para acceder a información sensible de ciudadanos suramericanos y estadounidenses. También están tratando de manipular a las poblaciones mediante campañas de desinformación y actividades cibernéticas malignas y continúan apoyando regímenes autoritarios en Venezuela, Cuba y Nicaragua.[3]

Así puede entenderse la atención que le dedica a América Latina y que no le otorga a ninguna otra región del mundo, sólo que es una atención que se vuelve más evidente y explícita cuando los países del continente se desvían de las expectativas de la Casa Blanca. Cuando esto se produce, la respuesta es fulminante, no en vano se ha reactivado la IV Flota, ya son más de 80 las instalaciones militares presentes en el continente y, como sucede en Argentina en estos momentos, la Embajada de los EEUU cobra un protagonismo político renovado en su injerencia en los asuntos internos, buscando socavar permanente cualquier intento de política soberana.

Estas acciones demuestran que los discursos “negacionistas” sobre la persistencia del imperialismo y que impulsan un posibilismo reformista, terminan siendo funcionales a los intentos de reafirmación, bajo nuevas condiciones, de esta dominación.

Un buen análisis sobre el significado de América Latina para la geopolítica estadounidense en el presente contexto de crisis, con el resurgimiento de actores como Rusia, China e India en el tablero mundial resulta fundamental para no vernos arrastrados por las “modas teóricas” y los cantos de sirena que niegan el imperialismo, el papel de los estados nacionales, más allá de la creciente presión que los mismos sufren por parte de los grupos multinacionales, y la lucha de clases como factores determinantes en la política.

Un punto central en este planteo pasa por no entender al imperialismo como un factor puramente externo, sino también develar sus manifestaciones al interior de cada país a través de sus clases dominantes, socias y componentes fundamentales del mismo.

Como decíamos anteriormente, los EEUU han colocado la competencia por los recursos naturales en el centro mismo de su planificación estratégica y esto hace que el imperialismo redoble sus esfuerzos para sostener su influencia en nuestramérica, ante el fracaso de su política por instalar un orden internacional unilateral tras la caída de la URSS, el tan promocionado “siglo americano”.

La profundización en la cooperación entre Moscú y Pekín a través del Tratado de Amistad y Cooperación y Buena Vecindad, en la esfera política, económica, militar, energética, científica, tecnológicas y de seguridad regional y mundial, junto al fortalecimiento de las organizaciones asiáticas regionales como la Organización de Cooperación de Shanghai, los BRICS y la puesta en marcha de su ampliación con el BRICS “plus” del cual la Argentina será socio pleno en 2023, y el proyecto de la Franja y la ruta o nueva “Ruta de la seda”, son luces de alerta para los EEUU, y actúa en consecuencia.

El esquema del nuevo tablero mundial está en juego, las aspiraciones de EEUU se ven amenazadas en un proceso que David Harvey a calificado como “crisis en movimiento”, que da idea de la magnitud mundial de la misma y que, más allá de los momentos de calma que esporádicamente pueden alcanzarse en algún punto del planeta, generan simultáneamente una profundización de la crisis en otros, demostrando el carácter sistémico de la misma.

Estas tensiones se dan en el marco de una “globalización” que, como ha indicado Aníbal Quijano, “es, en primer término, la culminación de un proceso que comenzó con la constitución de América y la del capitalismo colonial/moderno y eurocentrado como un nuevo patrón de poder mundial”, De esta manera, esa colonialidad bajo la que se estableció el control del trabajo, configuró la distribución geográfica de cada una de las formas integradas en el capitalismo mundial, decidió la geografía social del capitalismo a través de la cual se articularon todas las demás formas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos.

Con el patrón de poder mundial centrado en los Estados Unidos, esta división de trabajo a nivel de regiones se sigue estructurado en base a un centro que, aunque ve mellada su hegemonía, absorbe cada vez más recursos para sostener un nivel de consumo imposible a cambio de saquear a las regiones proveedoras de esos recursos, sean estos renovables o no.

En este sentido, el imperialismo norteamericano viene desplegando una combinación múltiple en su contraofensiva sobre Nuestra América: reforzamiento militar y amenazas permanentes con la proliferación de bases militares, conjugada con una batería mediática y cultural que busca “normalizar” y “naturalizar” la penetración militar y el dominio ideológico sobre nuestros pueblos, territorios y correspondientes bienes naturales estratégicos.

En este contexto, los debates surgidos a partir de la convocatoria de la IX Cumbre de las Américas en Los Ángeles, EE.UU., tras la decisión de la administración del demócrata Joe Biden de excluir de esta a los presidentes de Cuba, Venezuela y Nicaragua son el reflejo tanto de la crisis que está atravesando el imperialismo estadounidense y de su mellada hegemonía como de la importancia de una articulación más profunda entre nuestros países, como lo fueron las jornadas históricas del rechazo al ALCA en 2005.

A partir del anuncio del presidente de México, Andrés López Obrador de que no asistiría a la Cumbre por estas exclusiones y que sería representado por su canciller, los países integrantes de la Comunidad del Caribe CARICOM, que cuenta como Estados Miembros a Antigua y Barbuda, Bahamas, Barbados, Belice, Dominica, Granada, Guyana, Haití, Jamaica, Monserrat, Santa Lucía, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Surinam, y Trinidad y Tobago y como Miembros Asociados a Anguila, Bermudas, Islas Caimán, Islas Turcas y Caicos, e Islas Vírgenes Británicas, anunciaron su no concurrencia a la Cumbre.

Se sumaron a la negativa a participar los presidentes de Bolivia y Guatemala y las declaraciones críticas de la CELAC y el ALBA–TCP. De esta manera, más de la mitad de los 33 integrantes de la Cumbre manifestaron sus críticas o rechazos a una convocatoria excluyente.

Cabe recordar que la primera Cumbre de las Américas fue convocada por el presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, en Miami – Florida, en diciembre de 1994.

En la página oficial de la Cumbre se define que:

Las Cumbres de las Américas reúnen a los jefes de Estado y de Gobierno de los Estados Miembros del Hemisferio para debatir sobre aspectos políticos compartidos, afirmar valores comunes y comprometerse a acciones concertadas a nivel nacional y regional con el fin de hacer frente a desafíos presentes y futuros que enfrentan los países de las Américas.[4]

En realidad, estas Cumbres forman parte de los diversos mecanismos que han promovido históricamente los EE.UU. para intentar sostener su injerencia sobre los países latinoamericanos, hoy en el contexto de la disputa que enfrenta principalmente con la República Popular China y con la Federación Rusa por la emergencia de un mundo multipolar.

Los intereses del imperialismo estadounidense tienen desde larga data una fuerte penetración en nuestro continente y, a pesar de las insistentes e interesadas posiciones que recurrentemente buscan establecer la idea de que América Latina es una región que no tiene mayor relevancia en la política norteamericana, es en realidad la región geopolíticamente más importante para los Estados Unidos.

Los desafíos que esto representa para América Latina y el Caribe nos imponen actuar con determinación, audacia y recomponer los espacios de integración regional. En la disputa por el multilateralismo que se está desarrollando, América Latina y el Caribe deben aprestarse para actuar como un solo puño frente a los intentos del imperialismo estadounidense de continuar ejerciendo su tutelaje sobre la buena parte de nuestros países a través de sus aliados.

Como bien supo decir el comandante Fidel Castro:

No ha sido nunca la resignada sumisión ni el derrotismo ante las dificultades lo que nos ha caracterizado. Hemos sabido enfrentar con sentido unitario, firmeza y decisión, complejas y difíciles situaciones en estos últimos años. Juntos nos hemos esforzado, juntos hemos luchado, y juntos hemos obtenido victorias. Con ese mismo espíritu y determinación, debemos estar dispuestos a librar la más colosal, justa, digna y necesaria batalla por la vida y el porvenir de nuestros pueblos. (Castro, 1983).

 

Bibliografía

—Anderson, Perry (2014) Imperum et consilium. La política exterior norteamericana y sus teóricos. Ediciones Akal, Madrid.

—Boron, Atilio (2014) América Latina en la geopolítica del imperialismo. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires.

—Bruckman, Mónica (2015) Recursos naturales y geopolítica de la integración latinoamericana. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires.

—Bruzzone, Elsa (2016) Desarmando la soberanía. Cuadernos Marxistas Nº 11. Buenos Aires.

—Castro, Fidel (1983) La crisis económica y social del mundo. Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana

—Gallo Peláez, Paola y Rodríguez, Marcelo F. (2016) Cultura estratégica, Patrimonio Público e Integración en América Latina. En Integración en Nuestra América. Desafíos y perspectivas. Bitácora Ediciones/CEFMA, Buenos Aires.

—Harvey, David (2012) Entrevista de Atilio Boron en el IV Encuentro Internacional de Economía Política y Derechos Humanos. Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, Buenos Aires. https://www.youtube.com/watch?v=I_zzbg2Jfcg

—Harvey, David (2014) Diecisiete contradicciones y el fin del capitalismo. Instituto de Altos Estudios Nacionales del Ecuador / Traficantes de sueños, Madrid.

—Kissinger, Henry (2016) Orden Mundial. Reflexiones sobre el carácter de los países y el curso de la historia. Debate, Buenos Aires.

—Luzzani, Telma (2012) Territorios Vigilados. Como opera la red de Bases Militares norteamericanas en Sudamérica. Debate, Buenos Aires.

—Quijano, Aníbal (2000) Colonialidad del poder, eurocentrismo y América latina, en La Colonialidad del saber. CLACSO, Buenos Aires.

[1] Ver http://www.cubarte.cult.cu/centro-che-cuba/cuba-no-admite-que-se-separe-la-economia-de-la-politica/

[2] Ver http://www.cubadebate.cu/opinion/1992/06/12/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992/#.VzIFpvnhCM8

[3] Ver https://cnnespanol.cnn.com/2022/09/14/china-estados-unidos-afirma-amenaza-sudamerica-orix/

Consultado 24/9/2022

[4] Ver http://www.summit-americas.org/defaults.htm

Fuente: Cuba Socialista