Aproximaciones a la concepción fidelista sobre Revolución y Socialismo. Por Olga Fernández Ríos

 

En la actualidad cubana y latinoamericana analizar la disyuntiva entre reforma y revolución no puede prescindir de las concepciones sociopolíticas de Fidel Castro perfiladas desde el contexto del inicio de la Guerra Fría, entre 1946 y 1953, en una etapa que incluye su estancia en la Universidad de La Habana. Allí la ira popular contra la corrupción política y la injusticia social encontró rápida resonancia en su sensibilidad y en sus proyecciones sociopolíticas, ya permeadas de ideas martianas, a la vez que se produjo su acercamiento a la obra de Marx, Engels y Lenin y a una concepción del socialismo como alternativa al capitalismo.[1]

Desde esas raíces y en el fragor de la lucha revolucionaria, sobre todo a partir del asalto al Cuartel Moncada el 26 de julio de 1953, Fidel fue construyendo un cuerpo conceptual que podemos considerar el pensamiento fundacional y estratégico de la Revolución cubana que incluye importantes aportes a la teoría marxista y leninista de la revolución social anticapitalista, aunque en sus discursos e intervenciones no haya sobresalido el uso específico del concepto  transición socialista.

 Lo más significativo de su obra en este terreno fue su empeño en la creación de condiciones para el avance de la revolución en pos de un nuevo poder político y más tarde, para avanzar al socialismo de horizonte comunista desde un profundo humanismo martiano y marxista. Entre esas condiciones sobresalen sus aportes en lo relacionado con la labor educativa para sensibilizar a las masas populares con ese ideal.

Abarcar todas las facetas de las proyecciones sociopolíticas de Fidel sobre el socialismo es tarea mayor. Es una deuda que tienen las ciencias sociales y las humanidades en Cuba: el estudio del pensamiento y la obra de Fidel Castro desde una perspectiva integral y multidisciplinaria.

En este artículo solo nos proponemos esbozar algunas de sus concepciones vinculadas con la estrategia de orden socialista que forman parte del pensamiento fundacional de la Revolución cubana que tiene su base en una simbiosis entre tradiciones nacionales, fundamentalmente el pensamiento de José Martí, y el marxismo originario con los aportes de Lenin.

Reconociendo ambas fuentes de su formación sociopolítica e ideológica, Fidel señaló: “Creo que mi contribución a la Revolución cubana consiste en haber realizado una síntesis de las ideas de Martí y del marxismo-leninismo, y haberla aplicado consecuentemente a nuestra lucha”.[2] En gran medida es ahí  donde se gestó la autenticidad y legitimidad de la Revolución cubana, así como las fortalezas que han contribuido a su continuidad histórica a pesar de las condiciones adversas en que ha tenido que desarrollarse.

 

La simbiosis entre marxismo y tradiciones nacionales

El enfoque fidelista sale al paso a las visiones teleológicas de socialismo, o a su descontextualización cuando se tiene una mirada global o impersonal que olvida los marcos nacionales, escenario concreto en que se desarrolla cualquier revolución. La simbiosis o articulación conceptual entre marxismo y tradiciones nacionales explican su abierta concepción sobre el socialismo, más allá de las conclusiones formalizadas en textos.

Fidel no se agotó en buscar analogías mecánicas entre la Revolución cubana y determinados juicios teóricos acerca del agente o sujeto de la transformación revolucionaria. Desde muy temprano enfrentó las tesis de algunos políticos y analistas autodenominados marxistas, que de forma crítica plantearon que la Revolución violentó los cánones de la teoría revolucionaria, y continuó con su abierta comprensión del vínculo entre teoría y práctica, que se niega a entender la teoría como camisa de fuerza que aprisiona la realidad.

Para entender su concepción del socialismo debemos partir de la forma creadora en que asumió el marxismo y el impacto que le provocó en sus concepciones y praxis revolucionaria. Dos intervenciones esclarecedoras que plantean matices sobre este tema fueron en ocasión del octavo aniversario del triunfo de la Revolución cubana y su discurso en la sede del Consejo de Estado de la República Democrática Alemana, en 1967 y 1977, respectivamente.

En la primera intervención deja clara su posición antidogmática cuando expresó que para él:

(…) ser marxista-leninista implica, en primer lugar, tomar el marxismo en su esencia creadora, su esencia dialéctica, sus principios fundamentales, y aplicarlos con un criterio revolucionario (…) con un sentido dialéctico también a una realidad concreta [y añade:] Nosotros respetamos las interpretaciones que otros dan a sus realidades en cuanto a la forma y modo de construir el socialismo (…) de aplicar las ideas marxistas.[3]

En el discurso en Alemania subrayó factores presentes en la lógica del marxismo que dieron nuevos cauces a su humanismo y a su actividad revolucionaria y que impregnaron su pensamiento político.[4]

De igual forma deben recordarse al menos tres intervenciones que realizó entre 1970 y 1973,[5] en las que aporta precisiones sobre este tema: en la Velada Solemne por el Centenario del Natalicio de Lenin, en la investidura como Doctor Honoris Causa de la Universidad Carolina de Praga y en ocasión del XX Aniversario del Asalto al Cuartel Moncada. En esas intervenciones argumenta sobre la concepción que lo inspiró como “la unión, la hibridación de una tradición, de una experiencia peculiar de nuestro país con las ideas esenciales del marxismo y del leninismo”[6] como guía para la acción transformadora en la que se hallaba inmerso.[7]

El análisis de esas intervenciones, conjuntamente con su accionar político, evidencia que Fidel se apropió del método de Marx, de la dialéctica materialista, que le permite correlacionar teoría y práctica; pero sobre todo muestra que sus concepciones se  alimentan de los datos que la historia brinda para identificar la urdimbre de interrelaciones y contradicciones que influyen en los procesos sociales e ir a la esencia de los mismos.[8] A la vez reconoció que la clase obrera, sus líderes e incluso los teóricos en todas las épocas y latitudes, son herederos de la historia precedente lo que analiza con un enfoque profundamente dialéctico y crítico de las concepciones dogmáticas.[9]

Fidel  tuvo conciencia de que el proceso al socialismo no es un camino recto o lineal, sino que requiere de permanente renovación y descubrimiento de los nudos contradictorios de la  sociedad. El análisis de su obra al frente de la Revolución cubana y de sus concepciones políticas muestra que  se negó a concebir el nuevo régimen social al margen de la intelección de sus contradicciones y desafíos a la vez que fue consciente de que la obra multifacética en la que se adentraba exigía una permanente tensión creativa.[10]

Asumió el socialismo a partir del antimperialismo y desde esa perspectiva aportó concepciones, sobre el ya mencionado condicionamiento histórico, junto con precisiones sobre el sujeto revolucionario, la toma del poder político como inicio del camino al socialismo y el papel del Estado en ese proceso, entre otros, cuyo análisis evidencia que abrazó un concepto de socialismo sin dogmáticas ataduras, como proceso de búsquedas de las formas y vías que en las condiciones de Cuba podían lograr los objetivos de transformación revolucionaria.[11]

Al respecto en 1998 ratificó que:

 No somos ni podemos ser dogmáticos; sin dogmas de ninguna clase, con una mentalidad verdaderamente dialéctica y flexible, lo cual no admite, ni en lo más mínimo, el oportunismo o el pragmatismo (…) Somos flexibles y somos dialécticos a partir del más rígido apego a los principios y a los objetivos de nuestro proceso revolucionario, y a las nuevas metas que (…) la vida y la historia de lo ocurrido en estas décadas hizo recaer sobre nuestro país y sobre nuestros revolucionarios.[12]

Una de las muestras de lo anterior es que a pesar de ser protagonista de la lucha armada como vía para la toma del poder político en Cuba, no hay fanatismos reduccionistas en la reivindicación que Fidel hace de la revolución y el socialismo al reconocer las especificidades de cada proceso en condiciones de buscar sus propias vías de realización.[13]  Claro ejemplo de esto fue el altísimo respeto y apoyo que mostró a Salvador Allende en su intento por desarrollar la revolución a través de la vía pacífica. Lo mismo se pudo constatar más tarde con relación a la Revolución bolivariana en Venezuela y a otros procesos gestados desde vías electorales en Brasil, Bolivia y Ecuador, entre otros.

Fidel asumió las tendencias del desarrollo social y reconoció el rol que tienen la subjetividad y la acción consciente de los seres humanos en la elaboración de la estrategia revolucionaria y las tácticas para alcanzarla, sin reducir la realidad al ideal, sino que parte de ella para buscar los posibles derroteros. Lo hizo utilizando el arma de la crítica para devaluar el sistema capitalista y para rechazar las concepciones dogmáticas sobre la nueva sociedad desde una posición autocrítica a lo largo de la Revolución cubana.

Apeló a Marx y Lenin para explicarse el mundo contemporáneo[14] y desde una perspectiva renovadora se adentró en el análisis de la crisis del capitalismo para  demostrar  la  irracionalidad  que caracteriza a ese sistema.

 

Revolución y construcción del socialismo

Dos conceptos, convertidos en proyecciones sociopolíticas, sobresalen en la obra de Fidel Castro con un sentido de fusión entre ellos: revolución y construcción del socialismo. Ambos se refieren a un mismo proceso anticapitalista y pro socialista de horizonte comunista, por lo que no deben analizarse por separado y de cierta forma pueden considerarse sinónimos.

Si bien el concepto que más utilizó es revolución, también reiteró construcción del socialismo, lo que es teórica y políticamente válido para referirse al proceso de transición socialista.

Fidel construyó su concepto de “revolución” vinculado con el condicionamiento histórico, la realización de cambios en sentido de proceso, la emancipación humana y los valores, junto con unidad, independencia y justicia social, jerarquizados como base del socialismo.[15]

Esa concepción, aunque fue orgánica y sintéticamente expuesta el 1ro. de mayo del año 2000, puede identificarse a lo largo de su obra y aporta las claves de su temprano distanciamiento de las interpretaciones simplistas y esquemáticas sobre la revolución social que, en el contexto de los años cincuenta y sesenta del siglo XX, podían conducir a la negación de las posibilidades de un triunfo revolucionario genuino si la dirección de la revolución no estaba en manos de un partido comunista.[16]

En su praxis revolucionaria Fidel fue perfilando y ratificando los objetivos y contenidos de la Revolución cubana asociados a la construcción del socialismo, como primera fase de la sociedad comunista. Esta es una de las problemáticas más complejas que aborda la teoría marxista y leninista de la revolución social  porque se trata de un proceso contradictorio y de largo alcance en el tiempo. Además en Cuba se gestó, y se despliega en condiciones de predominio capitalista mundial, de control por parte de un sistema institucional transnacional en el que ese predominio se apoya y de injerencia y bloqueo de Estados Unidos para evitar el avance de la Revolución cubana.

Ello requiere que el análisis de la construcción del socialismo y de su proyección teórica y política, se realice acorde con las disímiles condiciones históricas de su desarrollo pues se trata de un proceso que en gran medida siempre tendrá lugar en condiciones inéditas.

En las concepciones de Fidel revolución y construcción del socialismo se expresan como unidad. La primera marca el sentido de transformación social, como planteó en el 2000 de “cambiar todo lo que tiene que ser cambiado”, y la segunda tiene que ver con la naturaleza de los contenidos de esos cambios: no son cualquier cambio, sino los encaminados a sumar condiciones favorables a la sociedad socialista.

Si retomamos su concepto de revolución, su crítica al capitalismo y al imperialismo, la reivindicación del pueblo como sujeto revolucionario plural y depositario del nuevo poder político instaurado desde 1959, encontramos las claves para interpretar sus concepciones sobre la transición socialista.  A ello se une su manejo de la táctica, la forma de explotar las contradicciones del enemigo y de enfrentar las contradicciones internas, la capacidad de aglutinar fuerzas y la aguda noción del momento idóneo y de la oportunidad para la acción.

Fidel consideró la Revolución como un proceso en el que deben ir concretándose los objetivos socialistas, con continuidades y rupturas. Las primeras están dadas por la proyección estratégica de avanzar hacia el socialismo, como brújula de toda acción socioeconómica y política que se realice. Las rupturas se derivan de las combinaciones de éxitos, fracasos, insuficiencias y errores cometidos. En esos elementos están muchas de las claves de su interpretación de la construcción del socialismo.

La riqueza de la concepción fidelista sobre la nueva sociedad  trasciende los conceptos y las palabras. Se materializa en su obra transformadora, en su legado político con importantes aportes sobre relaciones entre teoría y práctica y entre estrategia y táctica, unido al manejo de tendencias del desarrollo social, contradicciones y oportunidades, avances y retrocesos. A ello se suman su noción de integralidad y continuidad de la revolución social y el lugar de la subjetividad y la individualidad en ese proceso.

Sin desconocer la importancia del concepto leninista sobre el derecho de las naciones a la autodeterminación, hay que reconocer que la concepción de Fidel en ese campo aporta otras dimensiones dadas por el peso que a lo largo del siglo XX han tenido las contradicciones externas y el antimperialismo en cualquier proceso revolucionario. Esto conlleva a no desvincular revolución y socialismo de independencia y soberanía nacional como condicionantes de su desarrollo. El tema se refuerza si se tienen en cuenta, por ejemplo, los problemas enfrentados  por Ho Chi Minh en Vietnam, Salvador Allende Gossens en Chile y Hugo Rafael Chávez Frías en la República Bolivariana de Venezuela.

 

La revolución como movimiento de masas, la toma del poder político, la unidad y hegemonía del pueblo

Como se conoce, la teoría marxista de la revolución social considera la toma del poder político por sectores populares como objetivo primero de toda verdadera revolución, y garantía de su continuidad.

Vale la pena recordar que Marx, consciente de que el poder político implica relaciones, provocó un viraje en el pensamiento revolucionario cuando desentrañó la abstracción y fetichismo del poder y puso de manifiesto las relaciones entre lo económico, lo político y lo social y entre poder político, Estado y sociedad civil.  Todo ello tiene que ver con el hallazgo del fundamento real del Estado en la esfera socioeconómica, que en el  capitalismo está dividida bajo el dominio de la propiedad privada. De ahí la necesidad que tuvo Marx de avanzar en la crítica de las bases del poder político y de las desigualdades  sociales, o sea, a la economía y sus relaciones.[17] Ese hallazgo se vincula directamente con su teoría sobre las clases y la lucha de clases.

Fidel Castro se identificó con esa concepción teniendo en cuenta las condiciones particulares de Cuba. El núcleo de sus proyecciones sobre el poder político está claramente identificado en La historia me absolverá cuando mostró la dialéctica entre dos condiciones que marcarían la permanente radicalización del proceso revolucionario, por una parte la identificación del pueblo como sujeto plural protagonista de la revolución, y por otra la existencia de independencia y soberanía nacional para lograrlo.

En reiteradas ocasiones se ha repetido el concepto de pueblo planteado por Fidel en La historia me absolverá. Aunque fue formulado teniendo en cuenta la correlación de clases sociales en la Cuba de 1953, tiene gran vigencia en el presente ya que la pluralidad cualitativa del pueblo se precisa cuando se refiere a los trabajadores,  jerarquizando a obreros, campesinos y profesionales y al excluir a los sectores acomodados claramente identificados con la alta burguesía y los latifundistas. De igual forma, cuando tiene en cuenta no solo las condiciones objetivas, sino también, y con mucha fuerza, los factores subjetivos. Su concepto precisa pueblo “si de lucha de trata”, que expresa la toma de conciencia como condición del involucramiento de las clases y sectores sociales que en las circunstancias de Cuba podían llevar adelante la revolución.

Ello se vincula con otro de los más importantes aportes que Fidel realizó a la teoría de la revolución social: desarrollar con visión política un proyecto de unidad de la nación cubana. Al respecto vale la pena recordar la alta valoración del Che sobre la concepción unitaria de Fidel:

(…) Con estas grandes cualidades cardinales, con su capacidad de aglutinar, de unir, oponiéndose a la división que debilita, su capacidad de dirigir a  la cabeza de todos la acción del pueblo; su amor infinito por él, su fe en el futuro y su capacidad de preverlo, Fidel Castro hizo más que nadie en Cuba para construir de la nada el aparato hoy formidable de la Revolución cubana”.[18]

Unidad y hegemonía del pueblo son propósitos políticos vigentes en Cuba desde 1959. Ambos significan que los intereses de los trabajadores deben estar presentes en las directrices que se implementen para garantizar la estrategia de desarrollo socialista.[19] Son intereses que no entran en contradicción con los de otros sectores de la sociedad por lo que son susceptibles de constituirse en la base de la necesaria unidad alrededor del proyecto revolucionario. El proceso de constitución del Partido Comunista de Cuba entre 1959 y 1965 y la propia naturaleza del mismo lo corroboran.

La instauración de un poder político de naturaleza popular, junto con el rápido desmontaje del Estado burgués latifundista que imperaba en la república neocolonial, fue objetivo del proyecto revolucionario liderado por Fidel Castro, lo que se explica de forma muy clara si se analizan los propósitos del ataque al Cuartel Moncada, y de la lucha insurreccional.

Al respecto vale la pena recordar su carta del 14 de diciembre de 1957, a las organizaciones antibatistianas firmantes del Pacto de Miami que solo apelaban a un simple cambio de gobierno, a algunas reformas de carácter sociopolítico y a un reparto de cargos.

En ese documento Fidel resolvió la disputa entre reforma y revolución latente en la Cuba de entonces. Junto con el rechazo a todo tipo de junta militar para gobernar provisionalmente después de la esperada renuncia o la huída del dictador Fulgencio Batista, resumió las posiciones que evidenciaban el alcance de la lucha revolucionaria y la reafirmación del pueblo como su sustento: “Si no hay fe en el pueblo, si no se confía en sus grandes reservas de energía y de lucha, no hay derecho a poner las manos sobre sus destinos para torcerlo y desviarlo en los instantes más heroicos y prometedores de su vida republicana.”[20]

El triunfo del 1ro.  de enero de 1959 concretó el primer paso de instauración de un poder político de naturaleza popular cuando se abortó la intentona golpista de un grupo de militares del ejército de Fulgencio Batista y con la barrida de los órganos armados de la dictadura.

Las transformaciones entonces iniciadas abrían una primera etapa en los marcos de la liberación e independencia nacional con un sentido de revolución como proceso.  Desplegarla conllevó adentrarse en importantes problemáticas que condicionan su desenvolvimiento: la salida del subdesarrollo, la justicia social y el despliegue de un nuevo tipo de democracia.

 

Revolución social y de liberación nacional: el subdesarrollo y el proyecto de justicia social

Entre los aportes de Fidel sobresale su concepción de la revolución social en condiciones de subdesarrollo y como proyecto de justicia social y de eliminación de toda forma de explotación clasista y de discriminación.

Desde una concepción económica y sociocultural integral, Fidel comprendió la posibilidad del triunfo revolucionario en el contexto del subdesarrollo y valoró  el socialismo como vía para superarlo.[21] Profundizó en la vinculación del subdesarrollo con el capitalismo y la dependencia a que tienen que someterse pueblos y naciones pobres víctimas del creciente poderío de las transnacionales que amenazan  las condiciones naturales del planeta,[22] de ahí la vía socialista como condición de ruptura con las estructuras que impone el capitalismo en los marcos nacionales y a nivel global.

La experiencia leninista era una valiosa referencia, pero en Cuba se daban condiciones históricas diferentes como son, entre otras, el negativo impacto del imperialismo norteamericano en la historia patria y la articulación del marxismo con las tradiciones nacionales, lo que dio paso a avanzadas concepciones políticas con fuerte influencia en sectores obreros, estudiantiles e intelectuales.

Todo ello tiene condicionantes geopolíticas que propiciaban la imbricación de las tareas y alianzas de carácter nacional-liberador con transformaciones conducentes a un nuevo orden social, lo que exigía novedosas propuestas políticas para abrir el camino socialista en Cuba.

Al respecto vale la pena recordar la valoración realizada por Raúl Roa, quien consideró al líder de la Revolución cubana como continuador de las luchas independentistas del siglo XIX y antimperialistas de los años treinta:

…a Fidel Castro correspondería aportar la visión cabal, la comprensión madura y el método certero de ese abarcador reanudamiento ( …) Esa resultante…dependería de la agudeza de visión política, de la certera interpretación de la realidad nacional e internacional, de la valoración exacta del movimiento en conjunto de los intereses de clase, de la clara comprensión de las etapas entrelazadas del proceso revolucionario, de la dosis necesaria de audacia creadora, de la adecuada elección de los métodos y formas de lucha, de la manipulación flexible de la táctica y sobre todo de la madurez revolucionaria de las fuerzas motrices, afines, coadyuvantes o concurrentes. Y debe reconocerse y proclamarse: cuanto nos faltó entonces (en 1933) para obtenerla le sobró después a Fidel Castro para producirla.[23]

 

Justicia social  y democracia

Si bien la construcción de relaciones de producción socialistas ha sido un importante soporte de los objetivos del Estado revolucionario en Cuba, la brújula que guía su labor es la justicia social, que en las concepciones de Fidel pasa a ser un importante criterio axiológico y cultural, con gran influencia en la regulación de las transformaciones socialistas y en las correlaciones entre ética y política en nuestro país.

Fidel no concibió la justicia social en abstracto o reducida a alguna de sus aristas, sino condicionada por el desarrollo de la vida económica, política y social y por las formas de propiedad de los bienes materiales y culturales. Incluye derechos al trabajo, alimentación, vivienda, salud, educación, seguridad social, no discriminación, así como el disfrute racional de los recursos naturales.

Su concepto de justicia social implica oportunidades y posibilidades para el conjunto de la sociedad; se asocia con concepciones opuestas a desigualdades y discriminación por motivos de sexo, raza, edad, creencias religiosas u otros. Significa amparar los intereses inherentes a la condición humana, lo que implica trascender la defensa estrecha o solamente declarativa de los derechos humanos, para concebirlos como constitutivos del quehacer socioeconómico y político.

Fidel vinculó justicia social con libertad del ser humano a partir de que se logren las condiciones materiales y espirituales que satisfagan los intereses de las masas populares. También marcó importantes pautas de la dimensión internacional de la justicia social asociada al más absoluto rechazo a las políticas injerencistas y discriminatorias gestadas por países imperialistas contra pueblos y naciones subdesarrolladas o víctimas de ilegítimos intereses geopolíticos.

A partir de su posicionamiento a favor de la justicia social, es que debemos analizar las concepciones de Fidel sobre el ejercicio de la labor política que se basan en su contenido social y ético y en el involucramiento popular por encima de las consideraciones de expertos y políticos profesionales.

En su liderazgo al frente de la Revolución cubana están las evidencias de su comprensión de que si bien el control del Estado era el punto de partida, no bastaba para llevar a cabo la revolución social, sino que también se requería una transformación de toda la superestructura política, incluyendo el sistema partidista imperante y el fortalecimiento de los canales que garantizaran la organización y participación popular, lo que hoy identificamos como interacción entre Estado y sociedad civil.

Desde esa perspectiva aportó un concepto de democracia contrario a las distorsiones que la reducen a mecanismos electorales y a pugnas para alternar los escaños políticos, a lo que une su rechazo a la demagogia. Diseñó y  puso en práctica una concepción diferente a la que Estados Unidos trata de imponer a los países latinoamericanos y caribeños.[24]

Fidel aportó una concepción de democracia que no se resume en una simple definición, y sí en el reconocimiento del rol del pueblo.[25] Colocó la democracia en territorio de los ciudadanos vinculándola con el accionar de la mayoría y no en contraposición con grupos étnicos, religiosos, de género o de edad que en muchas latitudes se cualifican como “minorías”. Considera que en un régimen democrático la mayoría es la que determina las acciones a realizar, a la vez que es destinataria de las medidas de la obra revolucionaria.[26]

Para Fidel la democracia es inherente al socialismo y al igual que el Estado se define por el desenvolvimiento de la vida económica, social y cultural y por las condiciones que favorezcan la más activa participación popular. La desaparición de la gran propiedad privada y el desarrollo de la propiedad social condicionan y requieren del amplio ejercicio democrático, reconociendo que la participación popular es reguladora de ese proceso y provee el necesario equilibrio de las relaciones políticas y las contradicciones que pueden darse en la construcción socialista, incluyendo el burocratismo y las manifestaciones de corrupción.

Un aspecto cualitativo de su concepción es que precisa que el pueblo debe ser consciente de sus actos y que debe estar preparado para desempeñar un activo rol social, no basta con concederle sus derechos, sino prepararse para ejercerlos: satisfacer las necesidades fundamentales de empleo, alimentación, salud y educación. “Ser cultos para ser libres” para él fue una divisa de la verdadera democracia, de ahí la importancia que concedió a la alfabetización y al acceso al desarrollo cultural, incluyendo a la ciencia. Sintetiza esta concepción vinculando factores objetivos y subjetivos que condicionan el ejercicio de la democracia.[27]

En su práctica al frente de la Revolución propició variadas y dinámicas formas de interrelación directa con las bases locales y con los diferentes sectores de la sociedad, en diálogo franco, que le permitió palpar de manera personal el sentir y los reclamos de la gente y que devenía, además, como un insumo valioso para la conducción del país, en complemento a las informaciones y canales institucionales diversos. Es decir, desde el poder, Fidel articuló y estimuló una forma poco común de democracia participativa directa.

 

Breve mirada a las autocríticas

En la praxis revolucionaria Fidel usó el arma de la crítica como termómetro que mide el avance revolucionario e instrumento de cambio. Al respecto construyó un concepto devenido en política, la rectificación entendida como autocrítica, ajuste y reafirmación de una estrategia de orden socialista.

Vale la pena recordar que como máximo dirigente del país abrió un proceso de rectificación de errores y tendencias negativas a mediados de la década de los años ochenta, previo al inicio de la Perestroika en la URSS.[28] En aquel contexto, refiriéndose a errores que no debían repetirse, aludió al abandono de la construcción del socialismo y a la confusión entre ideal y realidad que existió en países del campo socialista, señalando que, por una parte existió “una fase de rechazo de las experiencias de otros países”, y por otra  se desarrolló “una tendencia a copiar” en la que “copiamos bien cosas malas y mal cosas buenas”.[29]

Entre las múltiples ocasiones en que Fidel reivindicó la construcción del socialismo y llamó la atención sobre la necesidad de tener conciencia acerca de la importancia de ese proceso y de los errores que pueden afectarlo, retomamos dos de sus intervenciones, una  en 1987 y otra en 2005. En la primera señaló:

… en cierto momento fuimos demasiado ambiciosos y quisimos saltar etapas. Quisimos saltar la etapa de la construcción del socialismo, y aspirábamos como dijo Marx a raíz de la Comuna de París, a conquistar el cielo por asalto. Casi queríamos construir de inmediato una sociedad comunista, cuando hacía falta un desarrollo de las fuerzas productivas para la construcción de la sociedad comunista, hacía falta una fase en que usted tenía que aplicar los principios de la distribución socialista ya establecidos por Marx. Él planteaba que en el socialismo cada cual debía aportar según su capacidad y recibir según su trabajo, es decir, según la cantidad y calidad del trabajo. Nosotros pasamos por alto un poquito esa etapa. Creo que empezando de nuevo, nos ahorraríamos esos errores.[30]

El 17 de noviembre de 2005 en la Universidad de La Habana, de nuevo se evidenció su capacidad crítica y autocrítica cuando, reconociendo la meritoria hazaña del pueblo que impidió que en Cuba se produjera el derrumbe del socialismo como ocurrió en la URSS y Europa del Este, realizó un profundo análisis de problemas endógenos de la Revolución cubana que podían arriesgar su continuidad, como es el caso de manifestaciones de corrupción y burocratismo. Es en ese contexto que catalogó como el más importante error cometido “creer que alguien sabía de socialismo, o que alguien sabía de cómo se construye el socialismo”.

Lo cierto es que fue una alerta de Fidel que una vez más mostró su ética como dirigente y su sensibilidad como revolucionario genuino. Profundizar en todo lo referido al complejo y contradictorio proceso que es la construcción del socialismo es obligación de las presentes generaciones que no parten de cero, sino que cuentan con uno de los legados sociopolíticos más importantes del siglo XX con proyección al XXI.

 

Palabras finales

Más allá de los conceptos que Fidel construyó sobre revolución y socialismo, lo más importante es que trabajó:

  • Para desarrollar un sistema de emancipación integral y múltiple del ser humano, la sociedad y la nación que tiene en su base la justicia social en un sentido amplio e integral, solo posible de lograr en un proceso de construcción del socialismo.
  • Para evitar tres fenómenos políticos muy negativos que caracterizan la democracia en el capitalismo: la enajenación que existe cuando el ciudadano común es separado de la política, concebida como ocupación de políticos profesionales y de élites preconcebidas para la toma de decisiones en nombre de la sociedad; la concepción liberal del Estado como “intermediario” entre los ciudadanos y las decisiones y la concepción que separa el interés público del privado.

Fueron empeños de Fidel que hoy siguen estando en el centro de la construcción del socialismo en  una nueva etapa de su desarrollo en que se perfecciona el sistema político cubano liderado por el Partido Comunista.

En su praxis como líder revolucionario de talla mundial Fidel generó un legado sobre las bases del desarrollo estratégico del socialismo, la reelaboración de la propia experiencia del movimiento socialista y de la Revolución cubana teniendo en cuenta el contexto histórico, condicionante de las tácticas políticas que cada momento demandaba.

La fuerza de la historia como fundamento del proceso revolucionario ha sido potenciada por Fidel en la conformación de la unidad del pueblo, para atraer a favor del  socialismo a sectores sociales diversos y para trascender en el plano nacional la confrontación de “clase contra clase”, en condiciones de una lucha frontal con el imperialismo norteamericano.[31]

Consciente de que los temas planteados en este artículo no están agotados, sino solo enunciados, concluimos reiterando la necesidad de profundizar en la obra de Fidel, imprescindible en las actuales condiciones de Cuba en las que la continuidad de la revolución está en el centro de los análisis y las transformaciones para su permanente renovación.

En ese necesario proceso está presente y con mucha fuerza el legado fidelista, en especial el continuo perfeccionamiento del Estado y la democracia en el sentido planteado por Marx cuando expresó que la verdadera libertad consiste en “convertir al Estado de órgano que está por encima de la sociedad en órgano completamente subordinado a ella.”[32]

Para hacerlo, el Estado en Cuba potencia su rol como representante de los intereses del pueblo y genera capacidades para  interactuar con la sociedad civil, para representar a la realidad socio-clasista, a la sociedad en su conjunto para ir desdibujando la separación entre individuo y Estado, entre Estado y sociedad civil.

 

 

Notas:

[1] Como él mismo reconoció la puerta de entrada al marxismo fue, primero, la lectura del Manifiesto Comunista y, después, el análisis de otros textos, incluyendo El Imperialismo Fase Superior del Capitalismo y El Estado y la Revolución, ambos de la autoría de Lenin. En la conversación con Frei Betto profundiza sobre esas influencias. Para ampliar ver Fidel y la Religión. Conversación con Frei Betto, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1985,  pp. 159-164.

[2] Ibíd, pp 163-164.

[3]Fidel Castro: Discurso el 2 de enero de 1967. Ediciones COR, No. 1, La Habana, 1967, p. 34.

[4]“El revolucionario es una síntesis de la sensibilidad humana, del sentimiento natural de rechazo a la injusticia y a la opresión, con la filosofía científica del marxismo-leninismo. Yo mismo, antes de ser marxista, era utópico. Me parecía que aquella sociedad capitalista era un disparate completo, absurdo. Y cuando siendo estudiante leí el Manifiesto Comunista, empecé a dejar de ser un socialista utópico para ser un socialista marxista. No sé bien todavía cuánto me queda de utopista y cuánto tengo de marxista-leninista, quizás sea incluso un poco soñador. Pero veo claro, muy claro, que nuestro mundo no tiene solución sin la revolución, sin el socialismo, sin el marxismo-leninismo. Mientras más madura mi conciencia política, más admiro a Marx, porque él vio la solución con el corazón, con la inteligencia, con la ciencia y con la conciencia”.  Fidel Castro: Discurso pronunciado en la sede del Consejo de Estado de la República Democrática Alemana, Berlín, 2 de abril de 1977. Disponible en:http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1977/esp/f020477e.html

[5] Esas intervenciones en las que Fidel profundiza sobre el marxismo y el leninismo se enmarcan en el período de preparación  del  Primer Congreso del PCC celebrado en 1975  en el que se aprobaron importantes documentos programáticos que definían claramente la naturaleza socialista del proceso revolucionario cubano. Es también el período de profundo análisis con vistas a la redacción de la Constitución Socialista y a la institucionalización del Estado cubano como Sistema de Órganos del Poder Popular que se implementa a partir de 1976.

[6]Fidel Castro: Discurso en el Centenario de Lenin, disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1970/esp/

[7] Ver Antonio Núñez Jiménez: En marcha con Fidel, Tomo I, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1982, pp. 391-393.

[8] “Si las raíces y la historia de este país no se conocen, la cultura, política de nuestras masas  no estará suficientemente desarrollada. Porque no podríamos siquiera entender el marxismo, no podríamos siquiera calificarnos de marxistas si no empezásemos  por comprender el propio proceso de nuestra revolución, y el proceso de desarrollo  de la conciencia y del pensamiento  político y revolucionario de nuestro país durante cien años. Si no entendemos eso, no sabremos  nada de política”. Fidel Castro: Discurso en conmemoración del inicio de la Guerra de 1968 “Cien Años de lucha, 10 de octubre de 1968,  Ediciones COR. N. 21, 68.  p. 18.

[9]  De no ser así: “(…) tendríamos que suprimir los libros de Martí porque Martí no fue marxista-leninista, porque Martí respondió al pensamiento revolucionario que cabía en nuestra patria en aquella era. (…) habría que caer en la negación de todos los valores, en la negación de toda la historia, en la negación de nuestras propias raíces. Fidel Castro: Discurso con motivo del V aniversario del 13 de Marzo,13 de marzo de 1962. Ediciones COR, No. 9, La Habana.

[10]  En múltiples intervenciones se evidencia lo señalado en ese párrafo, pero de manera sintética está claramente expuesto a lo largo de la entrevista concedida a Gianni  Miná. Para ampliar ver Fidel Castro en Un encuentro con Fidel entrevista realizada por Gianni Miná, Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1987.

[11]Discurso en la Velada Solemne en ocasión del Centenario del Natalicio de Lenin, el 22 de abril de 1970 en: Fidel Castro, El Diálogo de Civilizaciones, Oficina de Publicaciones del Consejo de Estado, La Habana 2007, pp. 64 y 65.

[12] Fidel Castro: Discurso de Clausura del Tercer Congreso de la UJC, 10 de diciembre de 1998, disponible en http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1998/esp/

[13]“(…) en materia de convicción y sinceridad revolucionaria no nos enseñó nadie (…) como nadie enseñó a nuestros libertadores de 1895, de 1868, el camino de la independencia y de la dignidad”. La Primera y Segunda Declaración de La Habana  fueron expresión “(…) del espíritu profundamente revolucionario y altamente internacionalista de nuestro pueblo”. Fidel Castro: Discurso en la escalinata universitaria, 13 de marzo de 1965, en periódico Revolución, La Habana, p. 13-15.

[14] Fidel Castro: Discurso el 28 de septiembre de 1990 en ocasión del 30 aniversario de la creación de los CDR, Granma, 29 de septiembre de 1990.

[15] Fidel Castro: “Discurso en ocasión del primero de mayo de 2000”, Granma, 2 de mayo de 2000.

[16] Para ampliar sobre este tema pueden consultarse las interesantes reflexiones de Carlos Rafael Rodríguez en  Letra con Filo, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1983, Tomo 2,  pp. 338-349.

[17] Adolfo Sánchez Vázquez: “La cuestión del poder en Marx” en Entre la realidad y la utopía. Ensayos sobre política, moral y socialismo. México, Fondo de Cultura Económica, pp. 29-49.

[18] Ernesto Che Guevara: “Cuba: ¿Excepción histórica o vanguardia en la lucha anticolonialista?”, en Che Guevara Presente. Antología Mínima, Editorial Ciencias Sociales, La Habana 2011, p. 138.

[19] Ver Carlos Rafael Rodríguez: Cuba en el tránsito al socialismo 1959-1963, Editora Política, La Habana, 1979, pp. 113-114.

[20] Ver carta completa en Ernesto Che Guevara. Obras 1957-1967, Casa de las Américas, 1970, T I, pp. 361-372.

[21] Fidel Castro: Discurso en el acto de clausura del Congreso  Cultural de La Habana (12-1-68). Ediciones COR, No. 4, La Habana, p. 6,  13 – 1- 68.

[22] Fidel Castro: “Discurso en la reunión especial de Jefes de Estado y de Gobierno del Cariforo”, en Granma, 22  de agosto de 1998, p. 8.

[23]  Raúl Roa García: El Fuego de la Semilla en el Surco, Edit. Letras Cubanas, 1982, p. 479.

[24] La democracia en Cuba ha provocado recalcitrantes ataques de sucesivos gobiernos norteamericanos. La creación de la National Endowment for Democracy (NED) y la elaboración de una agenda única para definir los rasgos políticos que deben adoptar los países para ser considerados democráticos y recibir el visto bueno de EEUU, son parte de una concepción de democracia centrada en cuestiones formales y elecciones periódicas y competitivas a partir de partidos políticos con objetivos electorales y con un papel activo de los medios masivos de comunicación que moldean los  criterios ciudadanos. Ese modelo no jerarquiza cuestiones de contenido y calidad de la democracia, ni su correlación con la justicia social que es utilizada demagógicamente en las costosas campañas electorales.

[25] Fidel Castro: “Discurso el primero de mayo de 1960”, Periódico Revolución, 2 de mayo de 1960.

[26] Ídem.

[27]“Democracia es aquella que garantiza al hombre no ya el derecho a pensar libremente, sino el derecho a saber pensar; el derecho a saber escribir lo que piensa o lo que piensen otros, el derecho al pan, el derecho al trabajo, el derecho a la cultura y el derecho a contar dentro de la sociedad”. Ibídem.

[28] Lamentablemente el proceso de rectificación de errores y tendencias negativas se vio interrumpido por las medidas, fundamentalmente económicas, que fue necesario adoptar para enfrentar las consecuencias que trajo para la isla el derrumbe del socialismo en la URSS y Europa del Este, especialmente la brusca interrupción de los intercambios con los principales socios comerciales que tenía Cuba.

[29]Fidel Castro: Un encuentro con Fidel. Entrevista realizada por Gianni Miná, Oficina de publicaciones del Consejo de Estado, La Habana, 1987, p. 179.

[30]Ídem.

[31] Ver Raúl Roa: El fuego de la semilla en el surco, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1982, p. 353.

[32]Carlos Marx: “Crítica al Programa de Gotha”, en Marx, Engels: Obras Escogidas, Tomo III, Editorial Progreso, Moscú, 1974, p. 24.

Fuente: Cuba Socialista