NICARAGUA RESPONDE A SERGIO RAMIREZ

Nuestra Bandera:

DESENMASCARANDO A UN ESCRIBIDOR DERECHISTA Por Aníbal Garzón y Ramón Pedregal Casanova Leyendo lo relacionado al proceso de investigación e imputación que la justicia nicaragüense le ha abierto al novelista Sergio Ramírez: sus propias declaraciones, ciertos comunicados salidos de algunas entumecidas instituciones, la cobertura mediática que se le ha brindado, entre otros, surgen un sinnúmero de ideas para refutar no solo las desgastadas, tergiversadas, infladas y vergonzosas palabras de Ramírez, sino lo que ha dicho la prensa corporativa y quienes dicen respaldarlo. En primer lugar, debemos aplicar a este señor sus propias palabras: carece de imaginación y creatividad, pues tiene la inmoralidad de tratar de hacer negocio “escribiendo” o, más bien, hacer escarnio escritural disfrazado de “narrativa” (nos referimos a la novela que anda promocionando) sobre una situación violenta en su propio país. Unos eventos que costaron muchísimo dolor a las familias nicaragüenses, destruyeron la economía de la nación, tanto así que un informe del Ministerio de Hacienda y el Banco Central de Nicaragua determina que el intento fallido de desalojar al gobierno sandinista por la fuerza (Golpe de Estado) del 2018 costó más del 15% del PIB proyectado. En este tenor podemos decir que tuvo la desfachatez de empezar a ensayar esa novela, desde los primeros días de esos duros acontecimientos. Nada más ignominioso. Ahora bien, para nadie es un secreto (menos ahora que ha salido a luz toda la información del financiamiento) que esta fue una situación provocada, incitada por la oligarquía o por lo que Pierre Bourdieu llama “los distinguidos”, segmento social en el que, según sus propias palabras, se ubica este señor (según sus afirmaciones en una entrevista a Rtve). Cuando uno ve y escucha esta entrevista se pregunta si este señor, por el simple hecho de escribir novelas, considera que está por encima de la ley (se cree una vaca sagrada, un intocable, como le dicen en el país centroamericano), dice con total petulancia: “los que piensen que por su posición social o relevancia están a salvo, pues no lo están”. He ahí el culmen del engreimiento, de la egolatría que pretende sustentar en el denominado capital cultural (en este caso inflado) por medio del cual intenta despreciar al pueblo y se quiere colocar como sujeto privilegiado. ¿O acaso piensa que los premios son una licencia para hacer y deshacer? Este asunto de las premiaciones hay que auscultarlo muy bien, pues son repartidos de forma…

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